martes, 11 de septiembre de 2012
El Mediador
EL MEDIADOR
Ese día dos países esperan que este dentro de los tres palos para poder explotar de alegría al saber que han cumplido el objetivo.
No se imaginan cuanto me duele que me pateen, pero tengo que soportar el dolor y tragármelo para ver a otros reír y celebrar de felicidad cuando pase la línea que diga gol.
La blanquiroja sale a la cancha decida a ganar y todos los jugadores me abrazan y me besan para que cumplan el objetivo, los venezolanos hacen los mismo porque también quieren ganar, y me ponen en una situación muy difícil porque sé que uno estará feliz y otro se ira triste. A veces prefiero no entrar y que ambos equipos se vayan cada uno a media felicidad.
El árbitro toca el silbato y el juego ha empezado, me golpean de un lado a otro para poco a poco acercarse al área y poder rematar, una y otra vez la blanquiroja patea al arco y decido no entrar, porque no me decido que hacer, los jugadores hablan y reniegan porque después de varios intentos no decido entrar.
Antes de acabar el primero tiempo cobran un tiro libre para Venezuela y no sabía qué hacer, venía el jugador mas fornido a pegarme y yo tenía mucho miedo, cerré los ojos y simplemente deje que me patee sin hacer algo para impedirlo, sin darme cuenta estaban celebrando los venezolanos, y la hinchada y los jugadores peruanos estaban tristes porque aun estando de local no podían ganar.
Empezó el segundo tiempo y estaba resentido con aquel venezolano que me pateó en el tiro libre y me hizo retorcer de dolor y no vino ni siquiera a sobarme como cuando empieza el partido, que todos me abrazaban y me besaban.
Decidí entrar en el arco contrario. El ataque peruano se venía con muchas ganas, entonces aproveche la oportunidad para poder vengarme de los venezolanos que no tuvieron compasión por mí. En la jugada final un negrito me pateó con mucha sutileza y entre sin dudarlo; empezó la fiesta, todos celebran y aunque se olvidaron otra vez de mí, almenos estaba un poco feliz de haberme vengado de los venezolanos.
Estaba más tranquilo tras haber cumplido mi venganza pero no estaba satisfecho y decide que la blanquirroja gane el encuentro y que los venezolanos se vayan tristes como yo me sentí cuando me pegaron.
El equipo peruano empezó con la jugada de ataque y yo corría de una lado a otro con mis pequeñas patitas que la gente ni las ve ,iba por el suelo y a veces hasta volaba por el aire y caer en los pies del otro jugador, continuaba el ataque y los jugadores peruanos ya se acercaban al área contraria ,entonces quede nuevamente con aquel negrito que me pateo en el primero gol y pensé que iba hacer los mismo y patear con sutiliza, pero no fue así ,también fue malo conmigo y pateó tan fuerte que me hizo llorar ,mis patitas estaban casi fracturadas y ellos gritando de alegría.
Decide vengarme del equipo peruano pero no tenía tanta fuerza para ello, lo intentaba y lo intentaba pero mis patitas ya no daban más, en cada ataque peruano luchaba para no ingresar porque no quería que anoten más.
Estaba tan débil que me frustraba al no poder cumplir mi venganza de que al menos ambos equipos empaten y yo poder irme algo tranquilo al saber que nadie gano, no lo pude lograr porque el arbitro volvió a tocar el silbato pero esta vez fue para dar por terminado el partido.
El árbitro pidió a los jugadores que me entreguen a él, y muy amable me abrazo y me sentí un poco mejor, soy el balón y aunque todos me patearon almenos al final uno se apiado de mí y me llevo a su casa como recuerdo de aquel partido.
Desde ese día tengo muchas ansias de que el próximo partido de Perú llegue, para poder cobrarme venganza de la desconsideración que tuvieron conmigo y sobre todo de aquel negrito que me pateo como si fuera piedra que no siente.
Por Enzo Alminagorta Via y Rada
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