viernes, 14 de septiembre de 2012

La confesión


De regreso a casa, cansada y un poco asustada, recordaba paso a paso la frialdad con que un periodista relataba el acto más salvaje que había oído hasta ahora en toda mi vida y en todos mis años trabajando como fiscal, lo peor de todo es que tenía la sensación de que algo muy malo estaba por ocurrir.
 Esta mañana me levanté más temprano que de costumbre y a la vez agitada, debido a un mal sueño, mejor dicho una pesadilla; en la cual era perseguida por un hombre  que llevaba en sus manos una sierra y gritaba diciendo: “ te llegó la hora, tú también eres una obra de arte, pronto serás admirada por todos”. Sin embargo no podía recordar su rostro, color de piel, ni tampoco el tono de su voz.
Tomé un baño de agua fría que me refrescó el cuerpo y despejó todos los malos pensamientos del mal sueño. Llegué a mi centro de labores; hoy me tocaba interrogar a un hombre de prensa de nombre Ricardo  Vásquez que había descuartizado a su presunta pareja sentimental Enrique Amestar, un masajista de solo 26 años.
Para iniciar le mostré a Vásquez una foto del DNI de la víctima y le pregunté por él; entonces relató la historia: “Lo conocí desde hace más o menos seis meses por Facebook. Lo contacté porque ofrecía servicios de masajes y rehabilitación. Solicité sus servicios y llegó por primera vez a mi departamento entre enero y febrero de este año. Llegó con sus implementos y me brindó servicio de masajes  e intercambiamos números telefónicos. Hemos tenido amistad por el servicio de masajes que me brindaba. Y después porque comenzamos a salir a pasear e ir al cine, generalmente los domingos. No he tenido ni amistad ni enemistad alguna.
Ese día lo llamé para que me haga unos masajes porque me sentía demasiado estresado por el trabajo, terminado su trabajo nos miramos fijamente, nos acercamos el uno al otro y nos abrazamos. Sentí que me pertenecía, tenía la necesidad de que todo su cuerpo  perfecto como una  escultura fuera solo mío, pero no así, sino más bien que cada parte de su anatomía sea exhibida en todos los ambientes de mi espacio privado y  único, mi departamento. Mostrárselos a todos como obras de arte dignas de admiración,  yo sé que Kike como le decía de cariño siempre quiso ser admirado por todos y soñaba que cada parte de él se convirtiera en obra de arte, él me lo dijo, es por eso que no me arrepiento de nada porque sé que hice lo correcto”.
Terminada su declaración tan serena y alegre como si hubiera hecho una obra de caridad, el periodista me miró fijamente, sonrió y me dijo en voz baja, casi susurrando: “tú también eres una obra de arte, pronto serás admirada por todos”; no podía creer lo que escuchaba era la misma frase que me dijo ese hombre en mis sueños, en ese instante se me nubló la mente y recordé mi pesadilla y pude reconocer su rostro era el mismo, es decir era el periodista asesino el que me perseguía, volví en si y solo escuchaba la carcajada de aquel hombre que se iba custodiado por los policías.

Por: Gissela Carhuamaca Portillo

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