lunes, 1 de octubre de 2012

Discusiones en víspera 


Una densa lluvia nos da los buenos días, eso es lamentable, siempre me han dicho que la lluvia barre con todo lo que encuentra, lo purifica. ¿Será por eso que hasta el aire siempre se siente más fresco tras una intensa llovizna?

Al otro lado de la calle la clásica discusión entre el hombre del quiosco y el barrendero, una cosa de nunca acabar. Unos metros más allá otro altercado, ¿y es que esto no puede acabar?

Aunque este es un espectáculo completamente distinto, una pelambrera tosca e imponente, que parece, absorberá a todo aquel con el que se enfurezca o teniente su suerte ante los enmarañados mechones de la viuda de Díaz, gritos y quejas interminables, sollozos, luego silencio, si parece que todo el barrio se oculta cuando trata de sacar a su hijo de 10 años para que asista al colegio. 

Reclamaba el niño que no había forma de ir al colegio aquel día, y le encontraba razón, ya que era sábado, hay prisa replicaba su madre, pues aparentemente debía ir, ya que comenzaban las preparaciones para el aniversario del pueblo, esto me hizo reaccionar, debía apresurarme, en unos minutos no habría movilidad hacia donde me dirigía. 

Logre subir a un autobús, estaba completamente libre, parecía un milagro que hubiese un conductor, le mostré mi pase y me senté, parecía que aquel hombre también estaba teniendo un alegato, pero esta vez con el locutor de las 7.

Una tertulia sobre los atentados que sucedían en el sur, pedía una poco de interés y conciencia a sus oyentes, obviamente no estaba siendo acatado por el conductor, hoy y mañana estamos de fiesta, sobretodo mañana no me vengas a mortificar las celebraciones, decía a regañadientes, como para que no le escuchen en la radio. Fueron alrededor de 15 minutos oyendo a aquel hombre discutir con un aparato, ¿por qué no simplemente lo apagaba, o buscaba otra emisora? 

Una recepcionista me saludo amablemente, el primer gesto cortés que presenciaba en el día, no pude evitar devolverle una sonrisa. Qué ya está aquí, ¿le hago pasar?, podía distinguir una voz ronca a través del auricular, ¿pero cómo espera usted que yo diga eso? Exclamaba arbitrariamente, aquello estaba pareciendo una discusión de pareja, parece que tendré que presenciar otro debate, y todo para entregar una dichosa invitación, que ni siquiera será leída.

Ángel Bouroncle

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