miércoles, 14 de noviembre de 2012

Trasnoche, tictac, ruido


El flojo trabaja doble, nunca entendí esa frase, ¡qué poco sentido! bueno, o eso me parecía hasta ahora, no es que tenga que trabajar doble, simplemente lo hace bajo mayor presión, como se hace a último momento, la tensión aumenta la fatiga, por así decirlo.

Me quedan algunas horas, son alrededor de las 3:30 a.m. y tengo algo más de tres horas para realizar un trabajo encargado hace poco más de una semana. Maldito reloj que siempre suena, absorbe la poca atención que logro retener, eso sí, llamativo artefacto, mucho más allá de su molesto tictac.

Un conejo colgado de la pared, indica la hora (sí, un reloj que nos muestra la hora), no sé cómo, es que pilas no usa, tampoco es eléctrico, sino algo mecánico, invención alemana de antes de la Segunda Guerra mundial, la cual en la era medieval hubiera sido tildada como instrumento del diablo, ya que no puedo pensar en algo más macabro que un inocente conejo de madera, colgado de una pared, lleno de signos y números que marcan la hora y señalan la fecha. Qué pintoresco se ve en la habitación, eso sí hay que admitirlo, va muy bien con las plantas que aquí estas, si quieres saber que plantas son, no tengo idea, de las que tienen hojas verdes grandes, que se precipitan al suelo por su gran tamaño parecen hacer guarda bajo el reloj, una a cada lado; y los cuadros dispuestos de manera homogénea en la habitación, aunque más que los cuadros es el marco de estos, parecen hechos de la misma madera que el reloj, aunque mejor tratados por los años.

Las manecillas marcan un eco espectral a esta hora, parece que al no escuchar ruido, el oído se agudiza, con decirles que se me ocurrió poner unas palomitas al microondas, la cocina pareció entrar en una guerra civil, por un instante me pareció ver como el refrigerador trataba de balancearse sobre la fuente del estruendo, incluso interpuse mi brazo para que no se moviese, aparentemente la fatiga admitía que mi imaginación afectase la realidad, por lo menos aquello me despertó, además me recuerda que… no sé donde dejé mis palomitas. Ah mira tú… ya me las comí. Mejor dejo de distraerme, tengo poco tiempo, y el sueño se interpone con mis responsabilidades, más vale tarde que nunca, ¿no crees?

Ángel Bouroncle Uribe

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